Osvaldo Soriano fue uno de los autores más vendidos en la Argentina. Traspasó la frontera nacional con innumerables traducciones y hasta contó con algunas adaptaciones de sus libros en el cine. El escritor español Arturo Pérez-Reverte dijo una vez que, si se quiere comprender la Argentina, uno de los autores a quien hay que leer es a Osvaldo Soriano.
Nacido en la ciudad de Mar del Plata, el 6 de enero de 1943, Soriano no solo vivió sus primeros años en aquella ciudad balnearia. También lo hizo en San Luis, Río Cuarto, Tandil y Cipolletti. Durante su adolescencia, abandonó los estudios secundarios y se dedicó a trabajar embalando manzanas y, más tarde, como empleado de una metalúrgica.
Decía que tuvo un “inicio tardío” en la vocación literaria: había comenzado a leer después de los veinte años. Horacio Quiroga, Edgar Allan Poe y Guy de Maupassant fueron algunos de sus primeros maestros y con quienes sintió “el impacto de estos grandes cuentistas del realismo”. Comenzó a escribir en medios de comunicación, como en el diario El Eco de Tandil, donde escribía en la sección de deportes y columnas sobre personajes famosos de la época. Luego, también escribió para Primera Plana y el diario La Opinión.
En 1973, llegó su primera novela Triste, solitario y final, la cual logró un gran éxito de críticas y ventas. Un año más tarde, escribió junto a Aída Bortnik, el guion de la película Una mujer, filmada en 1975. Tras el golpe militar de 1976, se exilió en México, Bruselas y Francia, y no regresó hasta 1984, con el gobierno democrático de Raúl Alfonsín. En Bruselas había conocido a Catherine Brucher, una enfermera de Estrasburgo con quien contrajo matrimonio en 1978.
Un año después de la boda, fundó junto a Julio Cortázar y Carlos Gabetta, la publicación mensual Sin censura, en la que reflexionó sobre la situación que atravesaban los países latinoamericanos en pleno regímenes dictatoriales. Colaboraba también con otras publicaciones, como el diario italiano Il Manifesto, el francés Le Monde y el español El País.
En 1980 había publicado Cuarteles de invierno. En Italia, fue considerada la mejor novela extranjera de ese año. Y, en 1984, su novela anterior No habrá más penas ni olvido se adaptó para la gran pantalla: un film dirigido por Héctor Olivera, el cual fue ganador del premio Oso de Plata. Cuarteles de invierno, por su parte, también fue llevada al cine. Esta vez, de la mano del director Lautaro Murúa.
Ya nuevamente en la Argentina, en 1984, se publicó Artistas, locos y criminales: una recopilación de sus artículos que escribió para el diario La Opinión, en los setenta. Fue durante el inicio de esta década que sus libros comenzaron a estar entre los más vendidos del país. Ese éxito constante llevó a la editorial Norma a pagarle 500.000 dólares por los derechos de su obra. Paralelamente, continuaba escribiendo textos de no ficción: en 1987, formó parte de la redacción original del diario Página/12, donde escribió hasta su muerte, el 29 de enero de 1997, afectado por un cáncer de pulmón.
A continuación, comentamos cinco libros para conocer un poco más sobre la obra de Osvaldo Soriano:
Triste, solitario y final (1973)
Stan Laurel, el actor ganador del Oscar que protagonizó junto con Oliver Hardy la famosa serie El Gordo y el Flaco, cree que, con sus 75 años, ha llegado el fin de su carrera como cómico. La única salida que se le ocurre es ir a ver a Philip Marlowe, el sagaz detective creado por el escritor estadounidense Raymond Chandler. Stan necesita saber por qué todo el mundo se ha olvidado de él. En esta parodia formidable sobre el cine, las series y la narrativa policial todo puede pasar. Incluso que el autor se cuele en algunas escenas para divertirse un rato, de la misma manera que lo hizo Hitchcock en varias de sus películas.
No habrá más penas ni olvido (1978)
Publicada en el exilio, en 1978, esta breve novela narra una parodia de las luchas intestinas del peronismo. El filósofo Juan Pablo Feinmann dijo sobre el libro: «Esta novela noquea por la asimetría entre la dimensión de la tragedia narrada y el minimalismo de sus recursos narrativos. ¿Cómo narrar una guerra en la que todos se matan y mueren invocando a un Ausente? Sólo Soriano supo hacerlo. Y lo hizo de la única manera posible: como si corriera. Porque perseguía hechos escurridizos. Y sabía que, si uno solo de ellos se le escapaba, no lograría reflejar cómo fue posible que un peronista muriera por la exacta, idéntica causa por la que él mataría a ese otro peronista que ahora estaba matándolo».
Cuarteles de invierno (1980)
Cuarteles de invierno es una ficción ambientada en un pueblo de provincia que narra a través de una amistad la atmósfera opresiva de régimen militar que comenzó en 1976. Escribí esta novela en Bélgica y Francia, entre 1977 y 1979, tratando de exorcizar lo que pasaba en la Argentina. Mi idea era poner en un mundo dictatorial a dos personas que, por su oficio, aparentemente están afuera de la política, como un cantor de tango y un boxeador. El plan de ambos cuando llegan a Colonia Vela es hacer lo suyo, cobrar e irse. Su problema es que, una vez que están en el pueblo, toman conciencia de que la fiesta la dan los milicos. Cuarteles de invierno es una ficción ambientada en un pueblo de provincia que narra a través de una amistad la atmósfera opresiva de régimen militar que comenzó en 1976.
Artistas, locos y criminales (1983)
Reúne crónicas y artículos periodísticos publicados cuando Soriano trabajaba en el diario La Opinión, entre 1971 y 1974. La fiebre del oro en California, el hundimiento de Venecia, la estrategia de Laurel y Hardy para hacer reír o el último suspiro de Sonny Liston conviven en este libro con una serie de paradigmas y enigmas nacionales (Gatica, Robledo Puch, Perón visto desde varios márgenes, Mario Soffici, Lucas Demare, los asesinatos de Rucci e Ingalinella y hasta el nacimiento del club San Lorenzo de Almagro) y funcionan como un perfecto retrato climático de aquella Argentina convulsionada y palpitante de los primeros años 70, que el autor supo ver y entender como ningún otro escritor de la época.
El ojo de la patria
El espía argentino Julio Carré es un agente confidencial en París al que se le encomienda la misión definitiva: encargarse del transporte y entrega del Milagro argentino, que no es más que el cadáver resurrecto y robotizado de uno de los próceres de la patria, tema con el que Soriano pasa cuentas a la chocante tradición argentina de trastear con los excelentísimos cadáveres de sus figuras señeras (al respecto, por si hay dudas, consúltense las hemerotecas en busca de noticias sobre profanaciones de tumbas, secuestros de cadáveres, etc. de Perón, Evita y otros; noticias que siempre han dejado perplejo a quien escribe). En esta misión tendrá que morir, asumir personalidad y cara nuevas y enfrentarse a la oposición de servicios rivales.